La libertad en un estado democrático, no se puede ejercer si no se respeta la propia libertad en la actividad integral de todos sus ciudadanos.
Un gobierno de corte totalitario restringe la libertad personal inmiscuyéndose en las decisiones íntimas de cada ciudadano, sus familias y en las organizaciones que construyen las sociedades intermedias. Finalmente, en lo que debe ser un estado soberano.
El totalitarismo responde entonces a una concepción ideológica de la imposición dogmática sobre el quehacer cotidiano de los ciudadanos y en la perversión del desarrollo del bien común. Siendo esto así, se agravia la dignidad del ciudadano en cuanto a su libre albedrío para ser constructor de su propio destino.
Igualmente, cuando se trata de imposiciones dictadas por el neo imperialismo corporativo que subordinan por presiones económicas, políticas y sanitarias la voluntad soberana de los estados y de sus ciudadanos.
Pero, es bueno, también aclarar que la exacerbación de la libertad sobre la justicia social, pervierte la propia libertad llevándola a extremos de irresponsabilidad frente al bien común que sólo puede construirse en la promoción de la justicia social, siendo instrumento importante la igualdad de oportunidades para una real inclusión social de los sectores más débiles. A esta exacerbación se le denomina libertinaje que basa su aplicación en el egoísmo mundano del tener
sobre el ser. Esta imposición del modelo también utiliza presiones del orden económico, político y sanitario que sólo ensanchan la riqueza en unos pocos y el terrible hambre y desocupación en la mayoría de los ciudadanos.
En ambos casos, los principios y los valores son despreciados en la conveniencia de la propia concepción o modelo de imperialismo. Aquí las víctimas somos los países subdesarrollados o en vías de desarrollo.
Una libertad con justicia social es lo que la DC propone. Un equilibrio entre la responsable prosperidad particular y el compromiso social. Es lo que exige un orden moral. Para ello, es necesario un nuevo modelo de democracia que pase de un sistema sólo representativo a otro que significa sumar a esa representatividad una acción participativa de la sociedad en la gestión. Vale decir, que impulse el desarrollo de manera fraterna y solidaria al bien común con la actuación democrática y comprometida de todos los sectores.
No se debe entonces sacrificar la libertad en nombre de la utópica igualdad socialista que la historia nos enseña sólo sirvió para distribuir pobreza; pero, tampoco sacrificar la justicia social en favor del libertinaje de unos cuantos, que se enriquecen sin mediar compromiso alguno con los demás ni con el bien común.
Lo que consideramos los Democristianos, es que, la libertad particular debe estar comprometida con el respeto a la dignidad de los demás y en la promoción de los ciudadanos y del bien común. Una sociedad comunitaria. Un mundo más fraterno, solidario y cristiano en la auténtica libertad.