Autor: Fernando Fauché Gonzalez
Fecha : 06/12/2018
El día de ayer leía en Twitter que una congresista comentaba con orgullo que una ley de su autoría sentenciaba que todo violador a menor de edad tenía pena de cadena perpetua (Ley 30838).
Mi reacción, lejos de felicitarla, fue increparle “porqué SOLO” a las menores de edad si una persona ya adulta sufre de la misma manera por tremendo ultraje, no hay muchas diferencias en el cómo puede afectar sicológicamente una violación a una persona, como marca y cambia su vida. ¿Porqué crear esta diferencia?, ¿acaso el daño no es el mismo?
¿Cuál es el mensaje que estamos mandando?, Solo viola a personas adultas, la pena va a ser mucho menor. En mi opinión es un pésimo mensaje. Deberíamos decir “viola y pasarás el resto de tu vida en la cárcel”, es un mensaje mucho más contundente y si alguien lo desafía, sabremos que no lo veremos por el resto de su vida.
Sé que esta ley es buena pero tengo el temor de que estemos creando una frontera invisible entre lo que no se permite de ninguna manera y lo que se ”acepta” hasta cierto punto. El mensaje está allí y es contundente y peligroso. Esto protegerá a nuestros hijos menores, pero ¿nuestros hijos no tan menores?, ¿nuestros hermanos?, ¿nuestros tíos?, ¿primos, ¿amigos? ¿No debemos con la misma fortaleza protegerlos a ellos también?, no debemos dejar ningún resquicio por donde un violador pueda sacar provecho, no debemos de permitir que nada atente contra nadie.
Un gran aporte a esta ley es que los delitos nunca prescriben, vale decir, si un niño es violado a los 10, podrá denunciarlo a los 20 y el rigor seguirá siendo exactamente el mismo. Un gran aporte, pero también un gran vacio.
El sexo consentido es una de las experiencias compartidas más satisfactorias que puede tener el ser humano, el sexo con una persona violada puede llegar a ser muy traumático e insatisfactorio para esta persona. El sexo es hermoso cuando se da pero es tormentoso cuando se toma puesto deja una marca indeleble en la persona que solo con mucho amor y tiempo se puede menguar.
Necesitamos un país donde las leyes sean tan drásticas como el delito cometido, donde el ciudadano se sienta protegido por su sistema legal, donde la policía tenga las herramientas para actuar en favor de la víctima y donde el delincuente sepa que si traspasa la línea, es muy posible que muera entre rejas.