El Vaticano difundió este jueves un documento que analiza los problemas económicos globales e incluye críticas a dos aspectos sobre los cuales se debate mucho en la Argentina: las finanzas offshore y el excesivo endeudamiento público, que –según alertó– afectan el desarrollo y crecimiento de los países.
Si bien el documento tiene alcance global y comenzó a elaborarse hace varios meses, muchos de los temas que aborda adquieren trascendencia en momentos donde la Argentina empieza a salir de las turbulencias cambiarias y acude al Fondo Monetario Internacional para tomar deuda. Además, pone en foco nuevamente la compleja relación entre el gobierno nacional y el papa Francisco.
«Las cuestiones económicas y financieras, nunca como hoy, atraen nuestra atención, debido a la creciente influencia de los mercados sobre el bienestar material de la mayor parte de la humanidad. Esto exige, por un lado, una regulación adecuada de sus dinámicas y, por otro, un fundamento ético claro, que garantice al bienestar alcanzado esa calidad humana de relaciones que los mecanismos económicos, por sí solos, no pueden producir. Muchos demandan hoy esa fundación ética y en particular los que operan en el sistema económico-financiero. Precisamente en este contexto se manifiesta el vínculo necesario entre el conocimiento técnico y la sabiduría humana, sin el cual todo acto humano termina deteriorándose y con el que, por el contrario, puede progresar en el camino de la prosperidad para el hombre que sea real e integral«, introdujo el trabajo doctrinario titulado Oeconomicae et pecuniariae quaestionesy redactado por la Congregación para la Doctrina de la Fe y por el Dicasterio para el Servicio al Desarrollo Humano Integral, que propone «consideraciones para un discernimiento ético sobre algunos aspectos del actual sistema económico y financiero».
El texto identifica riesgos, injusticias e inmoralidades en el actual sistema. Pero sugiere también soluciones: pide mayores reglas para que todos tengan garantías, propone un impuesto mundial sobre las transacciones offshore e invita a llevar a cabo cambios estructurales para resolver el problema de la deuda pública de muchos países.
Así, el Vaticano advirtió que en los países con economías menos desarrolladas, el sistema offshore ha empeorado su deuda pública. «Se ha observado, en efecto, que la riqueza privada acumulada en los paraísos fiscales por algunas élites ha casi igualado la deuda pública de sus respectivos países. El origen de esa deuda a menudo está en los pasivos económicos generados por privados y luego descargados sobre los hombros del sistema público. Entre otras cosas, es bien sabido que importantes sujetos económicos tienden a buscar la socialización de las pérdidas, frecuentemente, con la connivencia de los políticos«.
Aunque reconoce que la razón formal para legitimar la presencia de sedes offshore es la de evitar que los inversores institucionales paguen doble impuesto, alerta que «estos lugares se han convertido hoy en día, en ocasión de operaciones financieras a menudo al límite de la legalidad, cuando no se ‘pasan de la raya’, tanto desde el punto de vista de su legalidad normativa, como desde el punto de vista ético, es decir, de una cultura económica sana y libre del mero propósito de elusión fiscal».
Según el análisis, «en la actualidad más de la mitad del comercio mundial es llevada a cabo por grandes sujetos, que reducen drásticamente su carga fiscal transfiriendo los ingresos de un lugar a otro, dependiendo de lo que les convenga, transfiriendo los beneficios a los paraísos fiscales y los costos a los países con altos impuestos. Está claro que esto ha restado recursos decisivos a la economía real, y ha contribuido a la creación de sistemas económicos basados en la desigualdad. Por otra parte, no es posible ignorar que esas sedes off-shore se han convertido en lugares de lavado de dinero sucio, es decir, fruto de ganancias ilícitas (robo, fraude, corrupción, asociación criminal, mafia, botín de guerra…)».
«La evasión y el lavado de dinero sucio – constituye otra razón de empobrecimiento del sistema normal de producción y distribución de bienes y servicios«, agrega el documento.
El Vaticano alerta además que al disimular el hecho de que las operaciones offshore no se llevaban a cabo en plazas financieras oficiales, «algunos Estados han permitido que se sacara provecho incluso de delitos, sintiéndose no responsables porque no se realizaban formalmente bajo su jurisdicción. Esto representa, desde un punto de vista moral, una forma obvia de hipocresía».
Para la Santa Sede, el sistema fiscal de los Estados «no siempre parece justo». Al respecto, señalaron que «tal injusticia a menudo es en perjuicio de los sectores económicos más débiles y en ventaja de los más equipados y capaces de influir incluso en los sistemas normativos que regulan los mismos tributos». De hecho, destacan que «la imposición tributaria, cuando es justa, desempeña una fundamental función equitativa y redistributiva de la riqueza, no sólo en favor de quienes necesitan subsidios apropiados, sino también en el apoyo a la inversión y el crecimiento de la economía real».
En este marco, consideró que «la deuda pública se genera, a menudo, también por una gestión imprudente – cuando no dolosa – del sistema de administración pública». «Esta deuda, es decir, el conjunto de pasivos financieros que pesan sobre los Estados, representa hoy uno de los mayores obstáculos para el buen funcionamiento y crecimiento de las distintas economías nacionales. Numerosas economías nacionales se ven de hecho agobiadas por el pago de los intereses que provienen de esa deuda y, por lo tanto, se ven en la necesidad de hacer ajustes estructurales con ese fin», advierten.
Así, el Vaticano llamó a los Estados a «revertir la situación con una adecuada gestión del sistema público, mediante sabias reformas estructurales, una sensata repartición de los gastos e inversiones prudentes«.
Por otro lado, a nivel internacional, dijo que «es necesario igualmente permitir y alentar razonables vías de salida de la espiral de la deuda, no poniendo sobre los hombros de los Estados – y por tanto sobre los de sus conciudadanos, es decir, de millones de familias – cargas que de hecho son insostenibles».
Reclamó «políticas de reducción razonable y acordada de la deuda pública, especialmente cuando los acreedores son sujetos de tal consistencia económica que les permite ofrecerla. Estas soluciones se requieren tanto para la salud del sistema económico internacional, con el fin de evitar el contagio de crisis potencialmente sistémicas, cuanto para la búsqueda del bien común de los pueblos en su conjunto«.
Finalmente, consideraron que «todo lo dicho hasta ahora no afecta solo a entidades fuera de nuestro control, sino que cae también dentro de la esfera de nuestra responsabilidad. Esto significa que tenemos a nuestra disposición herramientas importantes para contribuir a resolver muchos problemas. Por ejemplo, los mercados viven gracias a la demanda y a la oferta de bienes; en este sentido, cada uno de nosotros puede influir en modo decisivo, al menos, en la configuración de esa demanda».
El texto producido por el Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral y la Congregación para la Doctrina de la Fe contiene 34 puntos, entre ellos la reciente crisis financiera. El Vaticano cuestionó en este aspecto la especulación de los fondos de inversión.
«Si bien es cierto que el bienestar económico global ha aumentado en la segunda mitad del siglo XX, en medida y rapidez nunca antes experimentadas, hay que señalar que al mismo tiempo han aumentado las desigualdades entre los distintos países y dentro de ellos. El número de personas que viven en pobreza extrema sigue siendo enorme», alertó.
Para el Vaticano, «la reciente crisis financiera era una oportunidad para desarrollar una nueva economía más atenta a los principios éticos y a la nueva regulación de la actividad financiera, neutralizando los aspectos depredadores y especulativos y dando valor al servicio a la economía real«.
Aunque se realizaron muchos esfuerzos positivos, en varios niveles, la Santa Sede advirtió que «no ha habido ninguna reacción que haya llevado a repensar los criterios obsoletos que continúan gobernando el mundo. Por el contrario, a veces parece volver a estar en auge un egoísmo miope y limitado a corto plazo, el cual, prescindiendo del bien común, excluye de su horizonte la preocupación, no sólo de crear, sino también de difundir riqueza y eliminar las desigualdades, hoy tan pronunciadas».