Es un principio cristiano que ha sido perversamente tergiversado por el pensamiento utilitarista marxista reduciéndolo tan sólo a un aspecto revanchista de odio y división que procura con la agitación una presión reivindicativa de distribución de los recursos o del dinero de la caja fiscal del estado, falacia marxista que responde a su malévola estrategia del igualitarismo que nos reduce y considera a cada uno y a todos en sólo una masa de carne, despojada de espíritu, dones y talentos diferentes que deben comer y obtener lo mismo de acuerdo a lo que un estado socialista absolutista disponga para su “distribución igualitaria”; es decir, distribución de pobreza material, física y nada en lo espiritual. Por ello, es necesario descubrir el velo negro de la falacia marxista que su pensamiento ideológico ha tendido sobre lo que realmente significa la “Justicia Social”.
Para el cristianismo y en especial para los demócratas cristianos, “Justicia Social” es la preocupación constante por entregar a cada uno y a todos los ciudadanos a la vez la “oportunidad” para ser mejores personas, mejores ciudadanos en clara disposición al progreso personal y del bien común. El recordado Papa, Paulo VI en su encíclica “Populorum Progressium” nos señala el camino para que esta Justicia Social se haga realidad, en ella nos dice que los signos del desarrollo sean tangibles se deben elevar las condiciones de vida de menos humanas a más humanas con la mirada siempre puesta a la trascendencia.
La “Justicia Social” entonces, no sólo es una cuestión de distribución igualitaria de bienes sino su contenido es extensamente superior y anterior a ella. La “Justicia Social” es un tema de “dignificación” de reconocer en el otro y los demás, con mirada cristiana al hermano, los mismos derechos y oportunidades, sobre todo, y preferencialmente a los más sufrientes.
Por tanto, la Justicia Social es igualdad de oportunidades; ello se refiere al derecho a la defensa de la vida, a gozar de una familia, al matrimonio, a la educación escolar, universitaria o técnica, al trabajo en condiciones dignas y con remuneraciones acordes a la manutención y esparcimiento; a la salud y su atención preventiva, asistida, pronta, directa y universal; al derecho a desarrollar su actividad económica productiva o comercial con garantía de créditos, capacitación y mercados, con vías y sistemas cooperativos que se apoyen en la solidaridad para su desarrollo. A una vejez con pensiones dignas que les permitan seguir soñando y creciendo.
Es la igualdad a la oportunidad de los servicios básicos que un estado debe responder con responsabilidad a todos los ciudadanos peruanos sean rurales o urbanos, sin discriminación de ningún tipo.
“La justicia Social”, es un principio cristiano que no debe verse con la miope mirada marxista revanchista, sino más bien, en su reconocimiento en la tarea de respeto a la dignidad del ser humano, en un principio ecuménico para el desarrollo entre los ciudadanos de cada uno de ellos y de todos a la vez, sean éstos de sectores privilegiados o de los más débiles, precisamente en el entendimiento de reconocernos como miembros integrantes de una mismo origen divino, llamados a una misión irremplazable y hermanados en un destino común y trascendente a éste orden temporal.