Basta de irresponsabilidad política – Hay que preparar al Perú

por | abril 20, 2022

Al Perú debemos prepararlo no sólo para resistir la crisis que se viene y que ya toca la puerta de los hogares peruanos; sino, además, para encontrar una oportunidad de despegue hacia el desarrollo.

La hiperinflación mundial que ha dado inicio por el impulso de una guerra entre los EE.UU de Norteamérica, la Otan y Rusia, que centra la atención en Ucrania comienza hacer estragos en la economía mundial.

Siendo esto así, los líderes políticos y los agentes económicos del Perú no pueden quedarse sólo como espectadores horrorizados por la guerra. Es un gravísimo error conformarnos con el comentario inteligente del análisis geopolítico sin ser proactivos para generar una estrategia que nos proteja de las consecuencias de una guerra foránea. Un líder político tiene la obligación y la  responsabilidad de ver hacia adelante; en ese sentido y ante la inercia política, como humilde aporte para la toma de decisiones políticas, creemos, que debemos dejar de mirar sólo en el piloto automático del precio de los metales en el exterior la única fuente de riqueza; y, que más bien, se debe ser audaz y abrir la frontera del desarrollo del Perú hacia la «diversificación de nuestra economía».

El comercio es una fuente interesante si se preparan los caminos para el traslado de productos en bienes e insumos. Siendo un pasador entre el pacífico y el atlántico con mirada integradora del Asia a América, Europa y el África. Una mirada miope es sólo fijar la atención en el comercio interno, debemos apostar por una decisión evolutiva y firme en favor del comercio internacional de nuestros productos que por efectos de una guerra se harán necesarios en otras latitudes. Eso generaría estabilidad y/o equilibrio sectorial para el despegue económico y social.

Pero, tampoco podemos solo ser mirones de palo de como pasan velozmente los productos foráneos por nuestro territorio. Más bien, debemos ser actores directos y buscar inversión privada de alta tecnología para construir nuevas vías y caminos para exportar nuestros productos con valor agregado; para ello, hay que primeramente preparar el campo dotándole de los instrumentos financieros necesarios para la producción masiva que satisfaga tanto el mercado interno como el foráneo. Nuestro proyecto del Nuevo Qhapac Ñan serviría como columna vertebral de la prosperidad de la región sudamericana convirtiendo al Perú en una nación que lidere el desarrollo.

Se debe instituir una cultura hacia la industrialización, que no es otra cosa que la transformación de los productos para dar el primer paso hacia la obtención del valor agregado. No se trata de estatizar o de crear empresas administradas por el estado. Eso no. No podemos caer en modos del siglo pasado que engordaron al estado al punto que ya no podía avanzar por lo pesado de sus operaciones y por la abundante burocracia. Se trata más bien de generar condiciones que garanticen la inversión privada pero que también garanticen una justa devolución  para la nación sin apretar del cuello a los ciudadanos.

También debemos preparar una estrategia de ensanchamiento de nuestra frontera energética. Hidrocarburos como el petróleo; el gas deben tener sus refinerías y plantas de transformación para no estar pagando valor agregado a Chile o cualquier otro país; así se abaratarán los costos; y cumplir con hacer llegar el gas natural a todos los peruanos. Tampoco se debe desplazar al olvido la construcción de nuevas hidroeléctricas. Hay que aprovechar la fuerza de nuestros reos. Sin perjuicio de ello, El Perú debe fijarse como meta contar con la planta más importante de baterías para la comunicación, pues, aquí hay litio en mayores cantidades y calidades que en cualquier otro lugar del mundo.

El agro, cumple en cualquier parte del mundo una función humana importante y colabora con el desarrollo social y económico. En otras guerras mundiales la quinua, la papa y otros productos supieron alimentar al mundo. Esta vez no tiene porque ser la excepción. Pero, primero, hay que garantizar la alimentación de los peruanos. Crear un mercado interno que asegure la devolución justa a los productores del campo; pero, también, promover y financiar la adquisición de unidades de transporte de productos a las cooperativas para que derroquen a los intermediarios y los precios de los productos del campo lleguen a las casas con valores reales y no con sobredimensionados costos. Asi se beneficia el emprendedor del campo y el consumidor final. Acabaremos con el hambre utilizando formulas nutritivas. Venceremos la anemia y la tuberculosis.

El turismo, debe tener además de una connotación económica otra de índole cultural. Tenemos más que suficientes monumentos arqueológicos, históricos, ecológicos, de aventura paisajista, culinarios, etc., como para poder explotarlo de una manera más audaz y agresiva. Siempre se ha escuchado la disculpa que no hay dinero, que no hay caminos, ni aeropuertos, ni hotelería suficiente, etc… pero, nunca se fija la mirada en la potencialidad del turismo en sí con lo que cuenta el Perú. Es hora de ser audaces y apostar por dar a conocer lo nuestro, no con timidez diplomática sino como política de estado firme y decidida. La gente no es tonta y al ver que hay deficit de hotelería entonces crearan fondas y alojamientos, restaurantes, etc., así se crearan nuevas fuentes laborales que obtendrán ingresos indirectos al turismo. Pero todo ello con la obligación de la formalización.

Finalmente, una sociedad es justa cuando todos sus ciudadanos gozan de la misma oportunidad. Esa es la verdadera justicia social. Para ello, se debe comenzar por reconocer que la dignidad humana de uno es igual a la del otro. Por tanto las condiciones de vida humana deben ser tanto para uno como para el otro. Hablamos de agua, luz, gas, nutrición, hospitales, educación, vivienda, accesos a las comunicaciones. Esto sólo se puede conseguir con una generosa pero estratégica inversión social. Ahí donde no llega la empresa privada ahí mismo debe llegar el estado, porque la dignidad de uno es igual a la dignidad del otro. El resto es talento, capacidad y potencialidad humana de cada uno, individual, asociativa y solidariamente.

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